La delincuencia y la inseguridad ciudadana es un tema que ha ocupado la atención de los distintos presidentes que hemos tenido, sin embargo es poco lo que se ha podido hacer, a pesar de los programas implementados por los distintos ministros de Interior y Policía.
Todo parece indicar que las medidas y programas implementados por los últimos gobiernos no han rendido los frutos deseados.
Lo primero es que la fiebre no está en la sábana, el problema de la delincuencia es algo recurrente en todos los gobiernos, ya que ninguno ha tomado las medidas que se necesitan tomar.
Combatir la delincuencia, lo primero que un gobierno que pretenda disminuirla es implementando programas para eliminar el desempleo, nuestros jóvenes no se sienten motivados a ir a las escuelas, porque luego que se gradúan no encuentran qué hacer.
Lo segundo es enfrentar las islas de poder que tiene nuestra Policía Nacional, donde cada general y coronel se siente con el derecho de utilizar a nuestros jóvenes para que delincan y así ellos beneficiarse.
Esto último, no es tan fácil de enfrentar, debido a que ese mal ya ha hecho metástasis en el seno de la Policía Nacional y no es tan fácil extirparlo.
Desde que tengo uso de razón vengo escuchando de los gobiernos sobre la necesidad de hacer una reforma policial, sin que ninguno lo haya logrado.
Una reforma policial debe hacerse no por politiquería barata, sino con el propósito de lograr que nuestros agentes sean vistos en la sociedad como nuestros protectores y salvaguarda y no como vulgares delincuentes.