La migración de haitianos a República Dominicana es un fenómeno indetenible, como indetenibles son las migraciones en el mundo. De manera particular, la pobreza y marginalidad social que se vive en Haití, empuja las huidas masivas de haitianos hacia la parte este de la Isla La Española, que ven en ese territorio un oasis.
La frontera dominico-haitiana, como todas las fronteras físicas del planeta, se caracteriza por interminables intersticios. Los puntos “oficiales” de control son apenas cuatro, y las garitas, menos de diez. Pero los haitianos utilizan, según el ex primer ministro haitiano Laurent Lamothe, ochenta lugares para penetrar a República Dominicana.
El problema fundamental es que el tráfico humano en la frontera dominico-haitiana es un gran negocio, que enriquece a muchos, especialmente a militares de puestos en la zona, quienes cobran sumas significativas para permitir el cruce. Pero si los militares se lucran, los más gananciosos de ese tráfico de seres humanos son la oligarquía nacional (terratenientes y grandes constructores de infraestructuras), que se enriquecen de su explotación, dándoles entecos salarios y dejándolos fuera de la Seguridad Social.
La verdad, la dura verdad, es que hoy la economía dominicana no funciona sin la mano de obra haitiana. Esta es imprescindible en las áreas agrícola y pecuaria, en la construcción de edificaciones y parcialmente en el turismo. Pero penosamente, con dosis de hipocresía, esas élites insisten en promover un discurso antihaitiano a través de los medios de comunicación y de la escuela en general.
Esto no es nuevo. Desde la dictadura de Trujillo se comenzó a edificar esa ideología racista, que llegó al colmo de producir en 1937, el peor exterminio racial del continente americano en el siglo XX, asesinando entre diez a veinte mil haitianos residentes en la parte este de la isla.
De forma contradictoria, los sectores dominantes siguen promoviendo ese enfoque xenófobo en contra de los haitianos, a pesar de la participación de estos inmigrantes en la generación de riquezas en la República Dominicana.
Es tal la xenofobia, que se exagera advirtiendo en torno a una supuesta “invasión pacífica” de haitianos a la República Dominicana. Otros prosiguen denunciando la supuesta existencia de un “plan para unificar la isla”, y otros sazonan que en nuestro país viven millones de haitianos. Tres graves y grandes mentiras, de mayor tamaño que el Pico Duarte.
En el año 2012, la Oficina Nacional de Estadística realizó la Primera Encuesta Nacional de Inmigrantes, la cual arrojó que en el país viven 458 mil 233 personas de origen haitiano. Esta es una información estadística confiable y certera. Cualquier otro dato es especulativo, parido del sesgo racista.
No hay peligro de invasión haitiana, ni de unificación de la isla. Somos dos naciones con características culturales distintas, que por la cercanía geográfica, estamos obligados a una convivencia pacífica.
El autor es Profesor UASD.