Hoy se cumplen 94 años desde que el huracán San Zenón arrasó en República Dominicana el 3 de septiembre de 1930, cobrando alrededor de 2,000 vidas humanas. Este huracán es considerado uno de los más destructivos en la historia del país. Su ojo pasó justo por encima de la capital dominicana, que en aquel entonces tenía aproximadamente 70,000 habitantes, según el Archivo General de la Nación.
En aquella época, la mayoría de las edificaciones eran precarias, construidas en madera y ubicadas fuera del centro colonial de la ciudad. Los edificios hechos de piedra resistieron mejor los vientos, pero la tragedia se agravó cuando la población salió a las calles tras la primera embestida del fenómeno, creyendo erróneamente que el ciclón ya había pasado. En realidad, lo que estaba sobre la ciudad era el centro en calma del huracán.
Lo peor llegó después, cuando muchos perdieron la vida debido a los objetos arrastrados por los fuertes vientos de San Zenón, mientras otros murieron como consecuencia de las inundaciones, según testimonios de supervivientes. Las víctimas fueron quemadas y enterradas en una fosa común en la entonces conocida como plaza Colombina, hoy plaza Eugenio María de Hostos, por disposición de Rafael Leónidas Trujillo, quien había asumido el poder apenas dos semanas antes de la tragedia.
Desde San Zenón, ningún huracán ha causado un nivel de devastación similar en el país. Ni siquiera el ciclón David en 1979 o el Georges en 1998, aunque sus efectos también fueron terribles, pero el país estaba mejor preparado para enfrentar este tipo de desastres, lo que resultó en un número de víctimas considerablemente menor.
El primer fenómeno meteorológico documentado que afectó gravemente a la isla La Española, compartida por República Dominicana y Haití, ocurrió en 1495, cuando los conquistadores habían erigido La Isabela, la primera ciudad española del Nuevo Mundo, que quedó completamente destruida.
El cronista italiano Pedro Mártir de Anglería describió aquel fenómeno como un «inaudito torbellino» que levantaba hasta el cielo rápidos remolinos, movía las raíces de los árboles más grandes y los volcaba, mientras el mar se adentraba en la tierra más de lo habitual.
Curiosamente, los huracanes más destructivos tienden a ocurrir en el mes de septiembre, que concentra el 34 % de las tormentas de la temporada ciclónica (junio-noviembre), un 39 % de los huracanes y un 47 % de los huracanes poderosos desde que existen registros.