Estimados amigos, patriotas y nacionalistas:
Quienes me conocen y han compartido, honrándome con su sincera amistad, e intercambiado conmigo, saben perfectamente que siempre dije y sostuve «que el Presidente Medina no se iba a reelegir».
Muchos lo recordarán, otros no. Algunos pensaran que es una opinión actual, o fruto del discurso del Presidente.
Contra toda opinión lo sostuve, basado especialmente, en mis análisis, empíricos, históricos, y políticos. Siempre dije que era «una opinión muy personal». Así lo creí, y lo sostengo.
Algunos, con la furia de la pasión, otros, con justa indignación, otros, llenos de malevolencia, y algunos porque querían imponerme sus lógicas de pensamiento, y sus discursos, o sus simpatías políticas, me tildaron de «danilista», o peor aún, de «agente Danilista».
Contra viento y marea, y todavía, a pesar de todos los aprestos de reforma constitucional, ratifique mi opinión personal, reitero. Y se, que muchos así lo recuerdan.
Separando la paja del grano, y la vocinglería insulza, de la opinión sensata, prudente, firme, y de la convicción irreductible, probablemente, desde el 2013, hasta la fecha, he sido uno de los críticos más enconados, feroces, si se quiere, persistentes, de la gestión del Presidente Medina, desde mi lenguaje, desde mi discurso, y desde mis opiniones propias, claro está! Y hasta el mismo llegó a comentarlo, varias veces.
Todavía, por lo menos para mí, resulta muy prematuro, examinar el Legado del Presidente Medina Sánchez. Ni siquiera todavía ha terminado su segundo periodo de gobierno.
De lo que si estoy seguro al día de hoy, es que:
1. Resulta muy extemporáneo, determinar, cuantificar, el terrible daño, y su magnitud, que el Presidente Medina ha hecho y permitido, a la República, con su desacertada, incorrecta, e insólita política en las relaciones con Haití, y su permisividad con los haitianos, y el manejo geopolítico de las políticas que ha implementado.
2. Nunca antes jamás, ningún gobernante dominicano, llegó tan lejos intentando desmontar, en todos los órdenes de las políticas públicas, el sagrado Legado Nacional, bases fundamentales de nuestra República, del Estado y la Nación dominicana, que se establece, y surge, al fragor de nuestras luchas independentistas y soberanistas.
3. Se ha jugado, y todavía hoy, con nuestra seguridad nacional, con una veleidad irresponsable y disolvente, que tiene en peligro nuestra existencia territorial y política.
4. Aunque el panorama parece definido, parece, el desafío nacional es grave, muy grave.
5. El PLD ha fracasado estrepitosamente, en avanzar el proceso democrático nacional y en sentar las bases de nuestro futuro desarrollo en condiciones soberanas. Es un proyecto agotado, moral, ética, política, e históricamente.
6. El PLD ha querido y persiste, en convertir nuestro país en un patrimonio de sus apetencias y ambiciones de poder, verdaderamente, insaciables.
7. Pocas veces en mi experiencia personal, había visto tanto enriquecimiento ilícito a costa del Estado, tanta voracidad, tanto boato y tanta francachela con el dispendio y robo de los recursos públicos, en beneficio de una facción de poder.
8. Desmontar todas las políticas establecidas y negociadas por el PLD, desbaratar ese Aparato inteligible, de leyes, estructuras, cesión a los organismos internacionales, empréstitos, y políticas pro fusión, nos tomara tiempo, decisiones inteligentes, y mucho compromiso y coraje, especialmente.
9. Aunque el nuevo escenario parece aclarado, no es verdad. La situación se torna compleja e incierta, desde mi perspectiva nacionalista.
10. Desmontar todo este esquema de desorden, de invasión, de corrupción, e impunidad, y especialmente, desalojar a millones de haitianos ilegales, para recuperar nuestro país, implica decisiones muy serias, pero sobre todo, el necesario, imprescindible, cambio de mandos en el Estado.
11. Tomar el poder, es más fácil que sostenerlo. El PLD pretende validarse con otras caras, y sabemos que sería la continuidad del proyecto global anti histórico, y un peligro total para nuestra patria. La oposición es difusa, y ambigua, y se sigue apostando al nefasto «borrón y cuenta nueva», para la validación del poder.
12. El nacionalismo dominicano tiene por necesidad que definir su curso de acción. Es imperativo definir una agenda de Estado que nos permitir inserciones de poder, sino la toma del poder mismo. Cómo, mediante cuales vías, con cuáles esfuerzos, ese es el reto a examinar.
13. Aunque débil, en reflujo, y disperso, el nacionalismo patriótico se mantiene activo y vigente, y nuestra legitimidad tiene su fuerza en la realidad misma, y en la necesidad de revertir esa realidad opresora que representa hoy la ocupación de nuestro país, por más de 4 millones de haitianos, y el poder, aún mediático e institucional que han tomado sus grupos y activistas, que incluso han logrado insertarse en el Estado e imponer muchas de nuestras políticas públicas, especialmente en Educación, Salud Pública, Fuerzas Armadas, y en el delicado sistema del Registro Civil.
14. En verdad, nunca es más oscura la noche, como cuando empieza a amanecer. Y la política, como la sociedad es dinámica, y dialéctica.
Enfocarnos en el objetivo de llegar al poder, es el llamado de la hora, pero con una agenda patriótica de cambios, para evitar caer en la siempre práctica del poder amoral, pragmático, y basado en las conveniencias de un relativismo ético y oportunista.
15. Por suerte, los nacionalistas, aún como una pequeña llama estamos aquí, en diversos grupos, individuos y lugares, que muchos desconocen. Nuestra fuerza es mayor de lo que suponemos. Solo hay que apostar por la sana unidad de acción, por una agenda, clara e inteligente, y una correcta política de alianzas que nos permita acceder al Estado, e imponer cambios que no pueden esperar.
Espero que Dios nos ilumine y nos de la salud, entendimiento y juicio, para ser parte de ese esfuerzo colectivo, en el que todos, todos, somos necesarios.
Salud, y abrazos a todos.
Habrá Patria