A veces hemos llegado a pensar que en la República Dominicana hay tantas personas que creen conocer algo del nuevo mundo que se está formando a nuestro alrededor, solo porque se creen capaces de escribir dos o tres tonterías en Twitter, tienen una página de Facebook o viven metidos mirando o publicando fotos en Instagram y otras redes sociales, como si todo se tratara de un juego que para nada afecta la vida de los que habitamos el planeta.
Por eso nos sorprendimos cuando leímos en un periódico de circulación nacional, una noticia de forma destacada donde se habla de la cantidad de ¨informadores¨ qué dice tiene en sus filas la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), e incluso como algunos comentaristas se sorprenden de su número, cuando lo cierto es que eso ni siquiera es necesario, porque lo cierto es que los que proveemos la información sobre lo que hacemos, comemos, vestimos y hablamos somos nosotros mismos.
Los ¨picochatos¨, nombre folklórico con que se conocen a los informantes de los servicios de inteligencia de los organismos de seguridad del estado, que todos sabíamos eran muchos de los que atendían en los restaurantes más populares y caros de la capital, los que repartían los periódicos, los que limpiaban zapatos en las calles y tantos etcéteras que los podríamos resumir en las personas que eran reclutadas para dar cualquier tipo de información, han sido sustituidos por la información digital enviada por los ¨aparatitos¨ que envían señales a antenas celulares.
Si queremos saber lo que pasa o lo que piensa cualquier político del patio, solo hay que buscar Twitter y en muy pocas letras nos daremos cuenta de su estado de ánimo, que comentario le afecta, cuál es su posición sobre el tema que sea, si se enoja cuando se le inquiere de o se cuestiona sobre una situación particular, es más, por esta red social, que con tanta alegría usan algunos, se han roto amistades, alejado compañerismos de muchos años y hasta insultado personas que nunca pensaron pudieran llegar a situaciones tan extremas.
Ahora, si queremos algo más elaborado de cualquiera, solo tenemos que irnos a Facebook, la red social que domina nuestros datos, donde colocamos o compartimos todo lo que se nos ocurre, escribimos o damos like a los que nos gusta y expresamos nuestros disgusto, todo eso lo hacemos sin darnos cuenta que solo compilando y dando seguimiento a todo lo que compartimos con otros, que se supone solo son nuestros amigos, las grandes compañías y los gobiernos son capaces hasta de hacer ganar y perder elecciones publicando noticias que no lo son, verdades que nunca fueron y opiniones totalmente tendenciosas para formas la opinión publica de modo distorsionado.
Si queremos algo que parece más light, solo tenemos que irnos a Instagram, donde tomamos foto y compartimos lo que comemos, lo que hacemos con nuestras familias en vacaciones, donde nos reunimos y hasta los temas de que vamos a hablar, dejamos que identifiquen a nuestros hijos y nietos, hacemos ostentación de lo que manejamos, de donde vivimos, de si somos capaces de realizar acciones peligrosas, es más, cualquier cosa que se nos ocurra, y esto vincula tanto a los que publican como a los que miran, porque detrás de todo estén los pequeños demonios matemáticos denominados algoritmos que parecen van a dominar el mundo.
Entonces si eso es lo que hacemos diariamente ¿para qué son necesarios tantos ¨picochatos¨, si esos somos nosotros mismos, y además lo hacemos de gratis?.
Somos nosotros mismos los que recomendamos las series de Netflix a nuestros amigos y familiares, hablamos todo el día en los grupos de Whatsapp, le notificamos a quienes queremos ver por donde andamos ver si nos juntamos, es como si compasivamente quisiéramos transparentar nuestros pensamientos, aficiones y deseos, obedeciendo a órdenes de nuestro cerebro que pareciera no podemos evitar o desobedecer so pena de ser castigados.
En la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría, las SS alemanas, la Stasi, la KGB, el M5 inglés y después la CIA, pagaban millones de dólares a los informantes y agentes que tenían dentro de las fronteras de sus enemigos o quienes dieran información que pudiera llevar a detener a conspiradores contra sus regímenes, ahora eso ni siquiera es necesario, porque somos nosotros mismos los que compartimos nuestra información más intima a cualquiera que sea capaz en cualquier parte del mundo de conectarse a internet e ingresar a una de las populares redes sociales.
Es más, es posible que si viviéramos la tiranía de Trujillo, tampoco fuera necesario el tan temido Servicio de Inteligencia Militar con sus carritos ¨cepillo¨ que levantaban tanto miedo en los barrios con el solo sonido de su motor, y que Johnny Abbes el famoso asesino de finales de esa era de oprobio, antes que andar persiguiendo y torturando personas se hubiera dedicado solamente a tener expertos en computadoras para seguir a quienes quisiera con la información que se comparte.
Por supuesto que todavía existen algunos lugares del mundo donde hay censura por razones políticas o por la existencia de una dictadura, como es el caso de los regímenes totalitarios, pero en los países democráticos la verdad es que la línea que separa la vida privada de la pública, cada día es menos patente, es más podía decirse en muchos casos que ni siquiera existe y esto debe llamar a la reflexión a los que vivimos en este tipo de sociedad donde la libertad de opinión en las llamadas redes sociales se ha convertido en tantas ocasiones en un paredón para la moral de tantos inocentes.
Así que para nada debe sorprender que los servicios de seguridad de un estado tentándose tantos informantes, la sorpresa para nosotros es que nos e haya dado el paso para prescindir de toda esa información manual y personal, cuando en el año 2013 Edward Snowden., un analista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos, denunció la existencia de un proyecto secreto llamado PRISM, que permitía a esa agencia de espionaje tener acceso a millones de cuentas de correo electrónico, llamadas telefónicas y mensajes de texto, de millones de personas en todo el mundo fueran o no de interés especial por cualquier motivo.
De esto hace ya 5 años y después de este señor salir huyendo a Rusia al ser acusado de traición por el gobierno de su país, es que toda esta red de información entregada por nosotros mismos en lo que se llama la ¨aldea global¨ es que ha crecido y se ha fortalecido a partir de la creación de nuevas plataformas que son hoy en día aún más populares que simplemente enviar un mensaje de texto, hablamos de fotografías con imagines de todo tipo tamaño y color, es decir, todas nuestras vidas han venido siendo recolectadas desde hace varios años y los proveedores de la información somos nosotros mismos.
Y esto no es nada, lo que viene es lo bueno con el llamado ¨internet de las cosas¨, cuando nuestras neveras sean programadas para ellas mismas enviar los mensajes a nuestros teléfonos de que nos falta leche, o sino a las tiendas electrónicas para que nos lleven la compra de comida y pueda pagar también en forma digital, y los bienes que compremos sean transportados en vehículos autónomos por tierra o dirigidos por aire hacia nuestras casas donde los recibiremos el mismo día del pedido.
Para no hacer muy larga la historia debemos entender y no sorprendernos de que alguien tenga la habilidad de seguir o informar de las actividades de otra persona en un mundo donde la privacidad hace tiempo que se perdió, es más, el tema de las intercepciones telefónicas y las protestas de algunos sobre este tema son risibles, eso estará bien porque para prueba en un tribunal se necesita una orden de un juez, pero el que no quiera que se sepa lo que habla por teléfono lo mejor que puede hacer es no hablarlo, porque cualquier aficionado con un equipo muy barato podría escuchar todo lo que va por el aire.
Para muchos es una demasiado tarde, compañías como Google, Apple y Facebook son poseedores de tanta información sobre nosotros que es imposible zafarse del control que ya ejerce la tecnología sobre nuestras vidas, no nos dieron a escoger este mundo en que vivimos, poco a poco nos henos ido adentrando en él y los teléfonos móviles ahora son parte de nuestra anatomía, por eso la sorpresa para nosotros es que haya tantos ¨picochatos¨ en una red del DNI, cuando millones de nosotros somos los ¨picochatos¨ de nuestras vidas.