En la Cámara de Diputados, hay un selecto grupo de mujeres que son congresistas y verdaderas trabajadoras sociales todas las horas del día y parte de la noche. Al año son contadas sus excusas tanto para los trabajos de comisiones como para la sala de sesiones. El cumplimiento de sus deberes legislativos, y su entrega al servicio de sus semejantes, hablan por ellas.
Podríamos hacer mención de por lo menos diez damas con esos niveles de responsabilidades, sin embargo, esta vez solo nos referiremos a las diputadas Isabel de la Cruz y Yudelca de la Rosa, del Partido de la Liberación Dominicana, por la provincia Santo Domingo y el Distrito Nacional, respectivamente.
Educadas, capacitadas, decentes, humildes y laboriosas. Son Isabel de la Cruz y Yudelca de la Rosa, dos dirigentes políticas incansable en el servicio a su género que residen en sus respectivas demarcaciones electorales. Ellas sienten y luchan por mejorar las condiciones de vida de sus semejantes, sin importarles color ni religión.
Cuan satisfecho y repleto de felicidad no sentimos al escribir y dedicar un espacio de este periódico, para emitir juicios de valores, sobre el desempeño congresual, social y comunitario de estas dos distinguidas damas de la Republica, con quienes nos honramos a compartir con ellas la nacional dominicana.
Cuanta entrega a servir a sus compañeros y compañeras que una y otra vez, se han inclinado a sufragar por ellas. Cuanta exquisitez en las relaciones humanas, en el fino trato a sus semejantes de Isabel de la Cruz y Yudelca de la Rosa.
Sirvan estas líneas, exentas de todo interés mercurial y sectario, como un meritísimo reconocimiento al deber para con la patria, y a la entrega con amor, con absoluto amor, a servir a sus semejantes. Honor a quién honor merecen Yudelca de la Rosa e Isabel de la Cruz.