Hoy el trabajo ya no se aprende solo sentado en un aula, ni se valida únicamente con un título universitario. Entre 2020 y 2024, se entregaron más de 656,000 certificaciones en todo el mundo por parte de proveedores privados fuera del ámbito académico, como por ejemplo IBM, Google y Microsoft. Esto cambió por completo el modo en que las personas demuestran lo que saben hacer. Mientras tanto, muchas universidades se preguntan cómo mantener su papel central en la formación universitaria. La respuesta no está en resistir el cambio; la universidad debe tomar la delantera y hacerlo suyo.
¿Qué son las microcredenciales?
Las microcredenciales son certificaciones cortas, enfocadas en habilidades concretas y actuales. No son solo cursos virtuales, son acreditaciones formales, verificables y que se ajustan a las necesidades reales del mercado laboral. Lo interesante es que se pueden acumular y sirven para mostrar aprendizajes prácticos, no solo teoría.
Por ejemplo, un ingeniero en sistemas puede acreditarse en ciberseguridad sin pasarse otros dos años para obtener una segunda maestría, un profesional del marketing, en análisis de datos o en marketing digital, un contador, en las normas NIIF actualizadas, y un médico, en telemedicina. Las microcredenciales no sustituyen al título universitario, pero lo complementan, dotando de más empleabilidad y de más especialización. No es de extrañar que el 95 % de los empleadores reconozca el potencial de estas y que el 60% las considere útiles para determinar las competencias reales de su personal.
¿Cómo deberían las universidades implementar las microcredenciales?
La implementación no requiere cambios drásticos, sino una estrategia gradual que aproveche las fortalezas existentes de la universidad. El primer paso es identificar las habilidades más demandadas en los sectores productivos mediante conversaciones con empleadores, análisis de ofertas de trabajo y consultas a los egresados.
Una vez identificadas estas oportunidades, muchas universidades descubren que ya cuentan con el contenido necesario para implementar microcredenciales. La clave está en tomar asignaturas o programas existentes y convertirlos en módulos independientes con objetivos de aprendizaje claros. Una asignatura de una maestría en derecho, por ejemplo, podría transformarse en una certificación en técnicas de argumentación jurídica o mediación de conflictos.
El impacto crece cuando la universidad trabaja con otros sectores. Por ejemplo, pueden ofrecer una certificación en ética y transparencia junto a instituciones públicas, o en comunicación institucional con asociaciones de periodistas y comunicadores. Estas alianzas aseguran que los contenidos sean relevantes y fáciles de aplicar, y además generan más interés y demanda entre quienes las toman.
Para lograr esto se necesita una buena plataforma digital que permita emitir certificados seguros, verificables y fáciles de compartir. Por otro lado, también es importante preparar a los docentes para nuevos métodos de enseñanza y evaluación de habilidades, de modo que cada microcredencial proporcione experiencia práctica que pueda aplicarse inmediatamente en el lugar de trabajo o en la profesión.
¿Qué ganan los estudiantes?
Para ellos, las microcredenciales permiten una actualización rápida y accesible, que se puede realizar en semanas, no en años, sin abandonar el empleo ni asumir altos costos. Su formato flexible y a la vez verificable ofrece ventajas reales de empleabilidad y a la vez permite que cada participante construya su propio itinerario de aprendizaje, acumulando credenciales en distintos momentos diferentes de su trayectoria profesional. En muchos casos, estas microcredenciales incluso pueden integrarse como créditos dentro de programas de grado o postgrado, creando un puente entre la educación continua y la formal.
Las microcredenciales en la región
Uno de cada tres estudiantes de América Latina y el Caribe ya tiene una microcredencial según el “Mapeo de microcredenciales en América Latina y el Caribe: hacia un marco común” de la UNESCO IESALC (2025) y más de la mitad de las universidades planean sumarse en los próximos años.
En República Dominicana, varias universidades ya están usando microcredenciales para reforzar la formación continua y la empleabilidad de sus estudiantes. Por ejemplo: UNIBE, UNICARIBE e ITLA que ofrecen certificaciones breves en áreas como desarrollo tecnológico, gestión de proyectos y competencias digitales.
Por otra parte, INTEC, en un caso concreto, organiza a finales de octubre un “Seminario Internacional sobre Microcredenciales en Educación Superior”, dentro de los talleres del proyecto MOCHILA – MicroCredentials in Higher Education for Latin America and the Caribbean (2025-2027). Este proyecto busca desarrollar capacidades para el diseño y emisión de microcredenciales digitales, capacitar al personal académico y técnico de las instituciones participantes e implementar un piloto que sirva como modelo. El consorcio incluye universidades de México, Guatemala, Chile y República Dominicana, así como dos instituciones europeas de España e Italia (INTEC, 2025).
El liderazgo académico es clave para que la educación del futuro sea relevante, confiable y útil y que fortalezca el hecho de que las universidades dominicanas no solo observen los cambios, sino que los impulsen.










