El martes, la periodista Nuria Piera hizo pública una carta que le envió Mirna Ortiz, directora de la Pepca, solicitándole los reportajes sobre las irregularidades en SeNaSa. En otras palabras, la justicia pidiéndole a una periodista el material que ya todo el país vio en televisión.
Y ahí está el detalle. Mientras Nuria hace su trabajo con rigor, asumiendo riesgos y enfrentando presiones, el Ministerio Público parece limitarse a sentarse a esperar. Esa es la sensación: que ella pela, y ellos chupan.
No se trata de restarle importancia a la labor de la Pepca, pero es preocupante que su papel parezca reducirse a reaccionar después de que el periodismo destapa los hechos. La justicia tiene recursos, inteligencia y poder de investigación. No debería depender de una reportera para enterarse de lo que pasa en una institución pública.
El periodismo investiga, denuncia y pone sobre la mesa las evidencias. Lo hace porque cree en el derecho de la gente a saber. Pero el peso de perseguir la corrupción le corresponde a la justicia. Dejar que el trabajo de un programa sea el motor de la acción judicial es, además de injusto para el periodista, un mal mensaje para la sociedad.
Porque cuando un país funciona así, la balanza queda torcida: la prensa asume los riesgos y el Ministerio Público recoge los frutos. Y el ciudadano, que espera instituciones fuertes e independientes, termina sintiéndose desprotegido.
Al final, la pregunta es simple: ¿hasta cuándo vamos a depender de que alguien se arriesgue a “pelar”, para que otros simplemente “chupen”?












