Con la desaparición física del merenguero Juan de Dios Ventura Soriano (Johnny) ha quedado demostrado que somos una nación que tiene grandes talentos que trascienden nuestras fronteras.
Es lamentable que tengamos que esperar que nuestros grandes hombres desciendan a la tumba para reconocer su talento.
Pero, también la muerte del Caballo Mayor debe servir como reflexión primero, para nuestras autoridades y segundo para nuestros artistas.
Si el Gobierno y nuestros merengueros no hacen los esfuerzos necesarios para preservar e incentivar este género musical, con el pasar de los años la nación no tendrá una sola orquesta de merengue.
Decimos esto, porque no vemos que las presentes generaciones estén motivadas a la formación de orquesta de merengue, sino que se están inclinando por otros géneros, que muchas veces dejan mucho que desear.
Entendemos, humildemente, que el Estado debe establecer políticas públicas que tiendan a fortalecer, nuestra música, el merengue.
Recuerdo que en la Década de los 80 fue donde el merengue floreció más con el surgimiento de populares orquestas.
Al popular merenguero Johnny Ventura no le haría mejor tributo, que el fortalecimiento de su música, el merengue, el cual llevaba en la sangre.
Desde el Gobierno conjuntamente con los directores de orquestas de merengue, bien pudiera organizarse festivales para descubrir talentos de la música que nos identifica a todos los dominicanos.
Es muy lamentable decirlo, nuestros exponentes del merengue todos son cincuentones, y en el horizonte no se observa quienes serán el relevo de un Johnny Ventura, de Fernando Villalona, de Wilfrido Vargas, de Sergio Vargas, de Eddy Herrera, de Rubby Pérez, de Pochy Familia, de Quinito Méndez y otros tantos merenguero de los que aún disfrutamos su música.
Pero tampoco vemos que nuestros jóvenes que como con nuestros merengueros ocurrió, muchas de los cuales se iniciaron a muy temprana edad.